Las máscaras de la Literatura

Esta herramienta nos va a facilitar la comunicación entre el docente y los alumnos.
El objetivo es que entre todos construyamos un blog donde podamos compartir el aprendizaje de la lengua y encontrar de forma ordenada y completa toda la información necesaria para facilitar ese aprendizaje.
¡A trabajar!

martes, 22 de febrero de 2011

Cuento maravilloso

El príncipe que se caso con una rana


Había una vez un rey que tenia tres hijos en edad de casarse. Para que no surgieran rivalidades en cuanto a la elección de las tres esposas, les dijo:
-tirad con la honda tan lejos como podáis: donde caiga la piedra tomareis esposa.
Los tres hijos tomaron las hondas y tiraron. El más grande tiró y la piedra cayó sobre el techo de una panadería; le correspondió la panadera. El segundo tiró y las piedras cayeron en la casa de una tejedora. La piedra del menor cayó en una zanja.
Apenas tiraban, cada uno corría a entregarle el anillo a la prometida. El mayor encontró una jovencita blanda como el pan; el mediano una muchacha pálida, delgada como un hilo, y el mas pequeño, después de mucho mirar en la zanja, encontró una rana.
Volvieron junto al rey para contarle de sus prometidas.
-ahora- dijo el rey- quien tenga la mejor esposa heredará el reino. Hagamos las pruebas.
Y a cada uno les dio cáñamo para que a los tres días se lo trajeran hilado por las prometidas, a ver quién se lo hacia mejor.
          Los hijos fueron a ver a sus novias y les recomendaron que hilaran cuidadosamente; el más pequeño, muy mortificado, se acercó  al borde de la zanja con el cáñamo en la mano y se puso a llamar:
-¡rana, rana!
-¿quién me llama?
-Tu amor que poco te ama
-Si ahora me ama poca cosa, me amará más al verme hermosa.
Y la rana salió del agua y se posó sobre una hoja. El hijo del rey le dio el cáñamo y le dijo que tenía tres días para hilarlo.
          A los tres días los hermanos mayores corrieron ansiosamente a casa de la panadera y de la tejedora para retirar el cáñamo. La panadera había hecho un hermoso labor, pero la tejedora lo había hilado de tal modo que parecía seda. ¿Y el más pequeño? fue a la zanja.
-¡rana, rana!
-¿quién me llama?
-Tu amor que poco te ama
-Si ahora me ama poca cosa, me amará más al verme hermosa.
 Saltó sobre una hoja con una nuez en la boca. Al pequeño le daba un poco de vergüenza ir a verlo al padre con una nuez cuando sus hermanos le habían llevado el cáñamo hilado; pero se hizo de valor y  fue a verlo. El rey, que había examinado el trabajo de la panadera y el de la tejedora del derecho y del revés, abrió la nuez del más pequeño mientras los hermanos se reían burlonamente. Cuando abrió la nuez, surgió una tela tan fina que parecía una telaraña y no terminaban de tirar de ella y desplegarla, al punto que cubrió la sala del trono.
-¡pero esta tela no se termina más!-dijo el rey, y apenas dijo estas palabras la tela se terminó.
El padre no quería resignarse a la idea de que una rana se convirtiera en reina. A su perra de caza preferida le habían nacido tres cachorros. Se los dio a los hijos:
-Llevádselos a vuestras prometidas e id a buscarlos dentro de un mes; quien mejor los haya criado será reina.
Al mes se comprobó que el perro de la panadera se había transformado en un dogo enorme e imponente, porque no le había faltado el pan; el de la tejedora, que había sufrido mas estrecheces, se había convertido en un famélico mastín. El más pequeño llegó con una cajita y de ella salió un perrito de aguas adornado, peinado, perfumado, que se erguía sobre las patas traseras y sabía hacer ejercicios militares y obedecer órdenes.
y el rey dijo:
-no hay duda; mi hijo menor será rey y la rana será reina.
Se concertaron las bodas, las tres el mismo día.  Los hermanos mayores fueron a buscar a sus prometidas con carrozas ornamentadas tiradas por cuatro caballos, y las novias subieron cargadas de plumas y de joyas.
 El más pequeño fue a la zanja, y la rana lo esperaba en una carroza hecha con una hoja de higuera tirada por cuatro caracoles. Se pusieron en marcha; él iba adelante y los caracoles lo seguían tirando de una hoja con la rana. Cada tanto se detenía para aguardarlos, y una vez se adormeció. Al despertarse, vio ante el una carroza de oro, tapizada de terciopelo, tirada por dos caballos blancos; adentro había una muchacha bella como el sol y con un vestido verde esmeralda.
- ¿quien sois?-le preguntó el hijo menor.
-Soy la rana- y como el no quería creerle la muchacha abrió un arca donde estaban la hoja de higuera, la piel de la rana y cuatro caparazones de caracol- era una princesa transformada en rana- dijo-: solo podía recobrar la forma humana si el hijo de un rey consentía en casarse conmigo ignorando mi belleza.
 El rey se alegró mucho, y a los hijos mayores, rojos de envidia, les dijo que quien no era capaz de elegir mujer no merecía la corona y el más pequeño y su esposa fueron el rey y la reina

Anónimo

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